He descubierto una de las escritoras con mayor proyección literaria en los últimos años y un referente en la narrativa actual.
Tatiana Tibuleac nacida en Chisinau (Moldavia, 1978) es hija de un periodista y madre editora por lo que su vida siempre ha estado repleta de libros que la han ayudado como escritora.
Comenzó trabajando para un periódico moldavo y poco después para una televisión como reportera y presentadora.
En 2008 se trasladó a París y allí descubrió una nueva forma de escribir más allá del ámbito de la información.
Como ella misma dice: "Necesito estar feliz para escribir libros tristes "Y es que Tatiana se ha debatido entre la pérdida de identidad del pueblo molvavo ante la ocupación rusa y la sensación de no pertener a ninguna parte. Debió educarse entre idiomas y aprender una lengua impuesta que no era la suya: el ruso. Pero nunca ha olvidado las raíces que intentaron arrebatarle. Con sus relatos intenta desmigajar al lector esa etapa privada de lo que más quería: su lengua y su cultura.
Su primer libro es una colección de relatos titulada Fábulas modernas, 2014; la primera novela fue publicada en 2016 con el título de El verano que mi madre tuvo los ojos verdes; en el 2018 ha lanzado su última novela: Jardín de vidrio
Pero la autora ha irrumpido como un torbellino en el mundo literario, sorprendiendo a la crítica y especialmente a mí, con su primera novela El verano que mi madre tuvo los ojos verdes. A través de sus hermosas páginas la autora nos muestra los conflictos del ser humano y la necesidad de la reconciliación ante la ausencia de amor. Esta fragilidad en las relaciones interpersonales hacen que el perdón se convierta en el vértice necesario para superar el dolor.
El primer párrafo de la novela es desgarrador, angustioso y llega a helar el alma: "Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás. Yo la miraba desde la ventana mientras ella esperaba junto a la puerta como una pordiosera. La habría matado con medio pensamiento."
Este odio hacia su madre se transforma, con el paso de las páginas, en melancolía y termina con la más bonita declaración de amor que pueda expresarse con palabras.
Me acuerdo de mi madre todos los días, tal y como le prometí a orillas del Océano. Procuro no mentir.
Los ojos de mi madre eran un despropósito.
Los ojos de mi madre eran los restos de una madre guapa.
Los ojos de mi madre lloraban hacia dentro.
Los ojos de mi madre eran el deseo de un ciega cumplido por el sol.
Los ojos de mi madre eran campos de tallos rotos.
Los ojos de mi madre eran mis historias no contadas.
Sin lugar a dudas es una novela cuya lectura se convierte en imprescindible.
Bravo, Poeta. Seguro que te impresionó el libro por su profundidad lírica . Y eso lo trasmites en esta reseña, corta e intensa, mágica por su forma y extensa por su contenido.