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palabrasenelanden

El fraude


Retomo la última entrada del blog: tres amigos, tres copas de vino a punto de agotarse y tres historias que contar.

El instante sigue inmutable. la misma mesa de bar, playa de la Malvarrosa y miradas suspendidas buscando la ternura y el aroma de la brisa con sabor a sal. Ahora el sol cae perpendicularmente sobre la melena azabache de Estela Palmí. Se deja mimar por esos rayos cálidos que doran sus hombros desnudos mientras apura el último sorbo de su copa ya vacía.

Emoiciona y seduce la mirada con la que Estela concibe el espacio que le rodea. No pinta como cualquier artista convencional. Dibuja con la mirada, con el corazón, con la dulzura transparente de su alma. El momento lo hace suyo y lo cotidiano lo transforma en sublime.

Las líneas de sus pinturas se prolongan sin descanso, con la misma exactitud milimétrica de Rogier van Der Weyden cuando pintó su S. Jorge y el dragón o Jan van Eyck retratando el matrimonio Arnorfini.

Pero hoy toca hablar de la prosa que tiene olvidada en el desván oxidado de su mente. Es hora desempolvar esas historias escondidas que necesitan ser contadas. El siguiente microrrelato debía comenzar con el mismo inicio que el de Xelo Serrano: LA RATA SONRIÓ EN AQUEL MOMENTO. La extensión máxima cien palabras.

La influencia holandesa le hace viajar a Amberes, ciudad natal de Frans Hals.

Pero antes, gracias Estela por estar cerca de mí, por ser mi amiga y por ilustrar desinteresadamente mi primer cuento infantil: Flim, Flam, Flum, el mundo al revés.



EL FRAUDE


La rata sonrió en aquel momento, una rata de granero, de esas que han llevado buena

vida, grande y envejecida entre sacos de avena y siembra todo tipo. Las otras, más

jóvenes, cerraban el círculo mientras danzaban.

Una enorme pata de mesa, metamorfoseada en delfín, se agrandó a través de la lupa

de Hans. ¡No escatimaba en gastos en casa del rico comerciante de Amberes!, pensó.

Su padre, antaño restaurador del museo, debía haberlo sabido, que Van Kassel nunca

pintaría tal sorisa en el roedor. Mientras se percataba del engaño, sentenció

decepcionado, abatido, que ese cuadro era un fraude.


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